martes, 10 de mayo de 2011

ADOPCIÓN: Entre dos dramas


En nuestra edición de ayer se publicó una nota que hace referencia a lo sucedido con la adopción de una criatura recién nacida que le fue prácticamente arrebata de su regazo a la madre.
Hay quien vio, en ese texto, un ataque a las personas que la adoptaron y, más allá de las apreciaciones que cada uno de nosotros pueda hacer al respecto, el trasfondo del caso no es precisamente ese.
Nadie tiene dudas que los padres adoptivos de la recién nacida hicieron las cosas legalmente y que sienten amor por la criatura que solicitaron en adopción, pero lo que se cuestiona es la forma en que se actúa. En el título pusimos una palabra que, creemos, refleja el sentimiento que nos embargaba: la impiedad.
Sabemos que existe una ley de adopción y que desde hace tiempo se reclama su modificación para que el trámite que deben cumplimentar los padres adoptivos se vea facilitado. Pero el mismo Estado que vela por la adopción también debe resguardar a la madre y tomar todas las medidas, aún exageradas si se quiere, para que la situación no resulte traumática como lo ha sido en el caso que nos ocupa.
Lo ideal sería que ninguna madre en el mundo se vea ante la necesidad de dar sus hijos en adopción, pero la realidad, dura, nos señala que es otra cosa la que ocurre y entonces, habiendo nobles sentimientos entre las partes, todo debe contribuir a que la situación se encarrile por los mejores caminos posibles.
Las cosas deben estar claras y cuando hay órdenes secretas, palabras poco explícitas y sentimiento de culpa, comienzan las sospechas.
En horas de la mañana de ayer, salió al aire por la radio E99 un especialista en temas de adopción, habitante de Tucumán quien fue durísimo en cuanto al uso de calificativos que pueden o no ser apropiados para este caso, pero que sin lugar a dudas, brotan de la boca de quien los dice porque conoce cómo se manejan esas cosas en la mayor parte de los casos y lo único que genera es indignación.
No seremos nosotros quienes abramos juicio acerca de lo ocurrido. Lo que debimos hacer fue hecho y ahora hay quien se encargue, supuestamente, de poner las cosas en su lugar.
Tal vez lo más importante de todo esto sea, como fue mencionado, que parece despegarse la punta oculta de un ovillo que comienza a desmadejarse. Hay varias personas que se han acercado y quieren hablar de lo que les ha pasado. Será cuestión de prestarles oído.

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