miércoles, 31 de agosto de 2011

Mi viejo barrio


Ha pasado ya algo más de un mes y medio de la desaparición física de Blanca Raggio y, a pesar de que el dolor aún nos conmueve, creemos que es oportuno difundir un escrito inédito que le pertenece.
El origen de ese texto es personal, Blanca, con su inmenso cariño hacia sus amigas, realizó este trabajo ante la simple pregunta de una de ellas sobre su barrio. En poco tiempo concretó un pormenorizado relato de la historia de “su” barrio.



Todos recordamos con emoción el lugar de nuestro nacimiento y la vida, por esos avatares, nos obliga a dejar ese lugar, lo recordamos con frecuencia y queremos retornar a él.
Yo nací en calle Anchorena, a una cuadra y media de la Iglesia y de la Plaza, un lugar hermoso con gente conocida y amable, aunque los vecinos van cambiando según sus necesidades y proyectos que tengan.
Frente a la Iglesia se levanta el hermoso edificio de la Esc. Nº 1 “José de San Martín” construida en 1930 gracias a un superávit que tuvo la Provincia de Buenos Aires y con el que las autoridades resolvieron construir una hermosa escuela en cada Distrito. La Nº 1 se había creado el 25 de mayo de 1854 en el mismo lugar. Pero sus cinco primeros alumnos, todos varones, ocuparon una vieja casa abandonada por un extranjero (inglés o portugués) donde de noche se reunían perros, gatos y alimañas que no dejaban dormir a los vecinos. Estos se quejaron al municipio y como hacía falta una escuela primaria, los munícipes resolvieron limpiar y pintar la casa abandonada para que funcionara allí la escuela. Había llegado de España don José Antonio Menéndez, que era escribano, y le solicitaron que él creara la escuela. Comenzó con cinco alumnos varones el 25 de mayo de 1584. Fueron todos a la misa y luego se cruzaron a comenzar las clases. Cuantos a comienzos del siglo XIX el gobierno resolvió hacer el hermoso edificio actual faltaba lugar, entonces don Gabino Mata donó un terreno que tenía en la esquina de Rodríguez y Anchorena y la familia Morixe, que tenía una hermosa casa adyacente, donó otro. Entonces el terreno alcanzó para edificar todo lo que estaba en los planos. Se inauguró en el año 1930 y se trasladaron maestros y alumnos desde la Escuela de la Barranca (hoy Marcos Sastre) donde habían estado desde 1870.
Frente a la Escuela Nº 1, por calle Anchorena, estaba el almacén de don Gabino Mata que ocupaba muchos metros y estaba provisto de mercaderías que sus ayudantes (los Loria) llevaban a domicilio. Por Anchorena, pero rumbo al noreste, el comerciante construyó su domicilio donde nacieron sus hijos, los que siguieron carreras universitarias: Antonio, Alberto y Enrique.
Al lado de la casa familiar había otra de construcción semejante donde hace 78 años vivía una señora de Cassino que hacía fajas y corpiños a medida. Después seguía un garaje largo y luego una habitación con ladrillos a la vista donde vivía la familia Martínez. Seguía una antigua casona, con muchos años, que se había convertido en un conventillo. Una de las familias que la habitaba era Cámara. Con el correr de los años ese lugar fue comprado por el Dr. Astigueta, que la demolió e hizo construir cuatro casas para alquilar: Perrone, Garde, Tucci y Dovo.
Seguía un largo garaje y luego comenzaba la construcción de una panadería que era de don Segundo Fanti y que ocupaba un amplio frente por Anchorena y por Bulnes. La alquilaba la familia Pietronave, doña María y don Félix con sus hijos: Pitín Héctor, Maruca, Olga y Fanny. Pitín se casó con Magdalena Marini; Héctor con Marta Alejandrini, Olga con alguien de San Pedro y Fanny, con Tomasito Balladori. Con el correr de los años la panadería fue vendida (la parte comercial) a Edmundo Amartino y su esposa Cedarry, los que tuvieron tres hijos: Ramón, Edith y Julieta.
Sigue la calle Bulnes y en la esquina de ésta y Anchorena había una casa muy grande y antigua, donde vivía la familia Lespés que tenía una imprenta. Allí hacían un diario llamado: “El Radical”. Había también sobre Anchorena una casa donde vivía Enrique Lespés y su señora Espinosa, tenían dos hijas, una al volver de viaje de un tren descendió mal y los frenos le dieron muerte. Se llamaba Eva Lespés.
Seguía luego una hermosa casa que había sido de la familia Rosón que se había mudado a otra frente a la Plaza Mitre. Eran don Higinio Rosón y su esposa María y sus dos hijos Higinio y Fernando, su hija Carmen y su nieta Ruth.
La casa tuvo varios inquilinos: Rosales, Guratti hasta que la compró Benedicta Idígoras (Beneda) que era profesora de corte y confección y allí murió.
Seguía una casa humilde de ladrillos a la vista con dos puertas a la calle. En la primera alquilaba un albañil casado, con varios hijos y en la otra, Ramón Scoppa, el que salía a hacer propaganda por las calles con su mujer y su hijo de dos años. Seguía un portón siempre cerrado y de ahí una gran casona de alto donde vivía don Apolinario Ferreyra, su esposa y su hija María y luego comenzaba el edificio del asilo de huérfanos “San José” que había sido fundado y edificado por dona Ignacia Salas de Figueroa, este edificio seguía hasta la esquina y doblaba media cuadra donde tenía su capilla. Es la calle Paso.
Al comenzar la otra calle en la esquina había un edificio para comercio, un almacén que era del matrimonio Langoba. Seguía una casa de pequeño frente con ladrillos a la vista y una portezuela donde vivía doña Agustina Vaccarezza y su hijo Carmín. Seguía la capilla de los masones que tenía un amplio frente. Allí se reunían los de la logia para hacer sus reuniones y ceremonias, a continuación seguía una casa señorial con ventanas con rejas que había pertenecido a la familia San Martín. Tenía una amplia puerta de entrada y la propiedad daba vuelta la esquina donde había amplios patios y caballeriza. Esa familia tenía 100 esclavos negros a los que habían dado su apellido. Cuando nacían, los negritos eran bautizados en la Iglesia. La casa estaba habitada por don Natalio Giufré que se encargaba de hacer acarreos de mercaderías, leñas y elementos para la construcción. Él alquilaba el viejo inmueble. Así hemos llegado a la calle que nos separa de la escuela de la Barranca hoy, Escuela Marcos Sastre.
Si cruzamos la calle nos encontramos con una casa de ladrillos a la vista que ocupaba una esquina, es la casa de los Chiarella. En ella viven los padres ya ancianos, un hijo casado con una señora Sambuñaque que tienen varios hijos, un varón, María Ester y Teodolina.
La abuela, doña María Cruz, es una anciana muy política, socialista, sus hijos también lo son, Natalio fue intendente. Hizo un buen gobierno. Hizo pavimentar las calles de Baradero. Doña María Cruz iba todas las mañanas a visitar a sus vecinos y llevaba diarios socialistas que pedía se los leyeran en voz alta. Muchos chicos del barrio aprendieron a leer de esta forma.
La casa que sigue estaba habitada por don Martín Vienny casado con una señora Rosales y tenían una nena rubia a quien llamaban “Gogui”.
Seguía una casa humilde de ladrillos a la vista habitada por Beatriz Muñoz, que trabajaba de obrera de la maicena en Refinerías de Maíz, casada con Carlos Archoni. Tenían varios chicos. Archoni descendía de un señor que en años anteriores dirigía el puerto de Baradero.
En la esquina se hallaba un almacén, muy surtido, de don Cayetano Capriglioni. Allí, estaba su esposa atendiendo y sus hijas, Elsa, Brígida y un hijo varón.
Ya cruzamos la calle Paso y nos encontramos con una gran casa de la familia Cantina–Hernández. La mamá se llamaba Teodolina Cantina y el papá Hermenegildo Hernández tenían 12 hijos. La casa era amplia y muy bien construida, hoy están allí los jubilados.
Seguía una casa sencilla. Ahí vivían Miguel Barman y su esposa Juana Olivera. Tenía varios hijos: Raúl, Elsa, Beatriz y un sobrino llamado Aníbal, que trabajaba en el Juzgado de Paz. Miguel Barman trabajaba en el Hospital y doña Juana tejía para quienes lo desearan.
Seguía luego una casa de ladrillos a la vista, era el hogar de doña Rosa Micucci de Raggio y don José Federico Raggio que era genovés.
Tenían varias hijas que estudiaron de maestra en escuelas religiosas de Bs. As, Clorinda, que era directora de la Escuela Rural Nº 13, Anita que era directora de la Escuela urbana Nº 4, Hilda que era maestra de la escuela rural “La Bellaca”.
Lía era modista. Su hijo Modesto tenía una herrería en El Torito y estaba casado.
El otro hijo, Víctor, era telegrafista, estaba casado en Bahía Blanca. Doña Rosa crió una nieta, hija de Modesto, que se llamaba Blanca de sobrenombre y Ángela Beatriz de nombre y la mandaba a la Escuela Nº 1.
Seguía una casa muy bien edificada de don Juan Arnaldo. Allí vivía con sus sobrinas, Coca Maggi que enseñaba piano y su otra sobrina, Elena, que hacía las tareas domésticas.
Seguía una gran casa antigua, de ancho zaguán que tomaba toda la esquina. Allí residía don Martín Magallanes que había sido Juez de Paz y sus hijas: Pilar, Mercedes, Martina, Lucila y Vicenta, que estaba imposibilitada, en cama, por el reumatismo.
Lucila estaba casada con Sosa, las demás eran solteras, pero muy ancianas.
Cruzamos la calle y la esquina está ocupada por una casa grande donde está el telégrafo de la Pcia. de Bs. As. Hubo muchos jefes Cabrera, Larreta, etc. Allí desarrollaban sus actividades y también tenían lugar para tener su hogar.
Seguía una casa donde vivía la Flia. Suparo, el papá tenía una orquesta, la mamá cantaba. Tenía dos lindas nenas.
Seguía una casa muy bien construida, era la de Pablo Fanti, casado con una Casanova. Tenían tres hijas: Estela, Gisela y Raquel.
Seguía luego un portón que comunicaba por dentro con la gran casona de los Morixe.
Seguía una casa de gran frente, era la de Ireneo Genoud y Ángela Debernardi.
Tenía una gran puerta de entrada a un hall muy grande, muy bien amueblado al que daban muchas habitaciones.
En la casa que tenía amplio fondo vivían los esposos con hijas del primer matrimonio de don Ireneo, una llamada Teresa y otra Estela, estaban las hijas del matrimonio, Nilda y Toti. El padre se dedicaba a tareas agropecuarias y por ello en el fondo había mucha leña y marlos para utilizar en la cocina económica.
Seguía luego una vieja casa con portón y ancho zaguán habitada por la familia Giufré. Tenían dos hijos, Delia y Tito.
Había luego un local que estaba ocupado por el zapatero Maresca, que vivía allí con su esposa y una hija llamada Mary.
Seguía luego una gran casona de la familia Morixe gente de muy buena posición. El zaguán era amplio, con hermosas puertas que conducía a gran patio, el que estaba rodeado de gran galería a la que daban gran cantidad de habitaciones

(Aquí la autora realiza un plano a mano alzada que adjuntamos al final)

Baradero consiguió que se hiciera la Escuela Nº 1 por mediación de María Eloísa Murphy, destacada docente de Baradero que se hallaba en La Plata, y que insistió para que el inmueble programado fuera para la Escuela Nº 1.
Se inauguró en 1930 siendo desde entonces la mejor escuela que daba ilustración a sus alumnos. Llegó a tener en algunos años 600 niños. Con dos turnos habiendo en cada uno grados de 1ero inferior a sexto.
El edificio estuvo bien proyectado y bien construido, tenía un local especial para biblioteca pública en la parte alta. Además tenía patios de tierra para hacer huerta y jardines. Su primer Director – maestro fue don José Antonio Menéndez, escribano de origen español y que fuera secretario del Gobernador Juan Manuel de Rosas.
Cruzando la calle se encuentra la Iglesia parroquial cuyos patronos son Nuestra Sra. del Pilar y Santiago Apóstol.
En ese lugar se construyó la primitiva Iglesia de adobe por el fraile franciscano Francisco de Arenas y luego que éste se fue lo reemplazó Fray Luis de Bolaños, quien realizó en el templo el 1er milagro de ahuyentar a los tigres que querían matar y comer a las indias y a sus hijos.
Por mediación del senador Eduardo Rabellino nuestra Iglesia fue declarada monumento provincial.
Fue de adobe desde 1615 hasta 1856 cuando un conjunto de vecinos liderado por don Germann Frers, don Martín de Gainza y otros respetables vecinos, comenzaron la edificación del actual templo, que luego fuera mejorado al pasar el tiempo.
Toda la población hizo donaciones, especialmente los estancieros donaron vacunos, caballos, cerdos, etc. Las mujeres pudientes donaron alhajas.
ESCRITO POR BLANCA RAGGIO

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