miércoles, 10 de agosto de 2011

Ser y volver a ser hermanos




Dice una antigua leyenda china, que un discípulo preguntó al Maestro: "¿Cuál es la diferencia entre el cielo y el infierno?". El Maestro le respondió: "Es muy pequeña, sin embargo tiene grandes consecuencias. Ven, te mostraré una imagen de cómo es el infierno". Entraron en una habitación donde un grupo de personas estaba sentado alrededor de un gran recipiente con arroz, todos estaban hambrientos y desesperados, cada uno tenía una cuchara tomada fijamente desde su extremo, que llegaba hasta la olla. Pero cada cuchara tenía un mango tan largo que no podían llevársela a la boca. La desesperación y el sufrimiento eran terribles. Ven, dijo el Maestro después de un rato, ahora te mostraré una imagen de cómo es el cielo. Entraron en otra habitación, también con una olla de arroz, otro grupo de gente, las mismas cucharas largas... pero, allí, todos estaban felices y alimentados. "¿Por qué están tan felices aquí, mientras son desgraciados en la otra habitación, si todo es lo mismo? Como las cucharas tienen el mango muy largo, no pueden llevar la comida a su propia boca. En una de las habitaciones están todos desesperados en su egoísmo, y en la otra han aprendido a ayudarse unos a otros.

Todos de alguna manera hemos sido egoístas o por lo menos hemos escondido la ayuda a quien en ese momento la necesitaba. En ese momento ocultamos la gracia de Dios y fuimos insensibles ante la miseria ajena, a la cual ninguno de nosotros no estamos lejos de ser alcanzados. Hace falta, con urgencia, paz en el corazón, una paz que debe buscar la manera y la forma de ayudarnos sin distingos.

Es un llamado a los que ejercen el poder para que no lo impongan y así no podrán hacer daño. Para no ambicionar riquezas, pues si no lo hacemos estaremos disponibles para ayudar a los que les ha tocado la miseria. Para saber que los triunfos no son maneras para humillar, sino momentos de celebración con sencillez y humildad. Para los que se sienten felices para entender que en los otros hay cosas buenas y cosas por mejorar. Para los que creen que no andan con tiempo para que entiendan que el tiempo es la bendición de Dios para dar oportunidad a las buenas ideas. Para los que responsablemente se esfuerzan para ser eficaces y así dar el fruto que los demás esperan de cada uno. Para los que han entendido que la competitividad es necesaria pero que la emulación va más allá de la simple copia. Para los que están claros en el presente porque se tendrá una visión justa del pasado y el futuro. Para los que saben entender el fracaso como un momento pasajero en la transcurso de la vida y no de toda la vida.

Se hace necesario vivir en el amor para que ese amor nos haga salir de las posturas materialistas y entender que el otro existe en medio de un continente donde todos nos requerimos para el mantenimiento de la vida.

Somos muchos los que jugamos al enfrentamiento y al hacerlo estamos renunciando al preciado y vital espacio que llamamos unidad y servicio. Una unidad que se debe notar en el ambiente familiar donde los valores morales deben ser enseñados y testimoniados. Un servicio que debe estar alejado de las prebendas, los engaños, el servilismo o la venta de las conciencias donde el mejor postor es el dueño absoluto de la verdad.

Una sociedad enfrentada y carente de los valores va camino al precipicio donde la explosión, la tragedia y la muerte son los elementos que le acompañarán. Una sociedad que excluya a sus semejantes estará sometida la autodestrucción donde los pequeños y los más pobres sufrirán las peores consecuencias. Consecuencias devastadoras y carentes de todo principio de vida y esperanza.

Al comenzar un nuevo año y todavía con el sonido del cañonazo del despertar del 2003 todos estamos invitados a tomar posturas dignas, justas para valorar y entender que la vida no es una isla perdida o un pedazo de tierra que ya no tienen valor por la soledad y el saqueo. Cabe aquí un despertar serio ante la insistencia a la guerra y la barbarie donde se piensa que por tener cuatro o cinco lochas ya todo se tiene resuelto.

Debemos volver la mirada y el accionar debe encaminarse a un poder mirarse como hermanos donde todos nos necesitamos y para que esto se de es muy útil el diálogo. Un diálogo construido desde la verdad y la necesidad. Una verdad que estriba en reconocer que todos somos iguales y hermanos. Una necesidad que parte del reconocimiento de la dignidad de cada uno para obtener el valor justo frente a las cosas y así, no ser absorbidos por los antivalores que producen estragos y abren espacios para la violencia.

En esta vida unos se llenan de egoísmo y otros de solidaridad.

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